jueves, 18 de diciembre de 2008

Casa de Empeño

Eran las tres de la tarde y el sol me daba en la cara. Paso el semáforo y el muchacho me queda viendo pero no me pide un peso, sabe que estoy sin él. Al fin llego a mi destino, la casa de empeño de vidrios oscuros. Entro lentamente y el guarda ni se mueve. El abanico está en su máximo y en el mínimo de su función. El calor agobiante se pega al cuerpo mientras espero que la ventanilla se abra y me muestre las manos generosas de la joven adinerada por el momento. Me acerco lentamente, paso a paso, al fin llego cansado y con el cuchillo rosando mi cuello y digo ¿Cuánto pagan por mi muerte? Sus ojos abrillantados por el temor de ponerle precio, cierra la ventanilla y se enciende la bujía roja al lado de ella. ¡Peligro! Grita el guarda, apuntándome con su escopeta en la nuca.
Salí sin dinero pero con mi vida y cuando me dispongo a venderla en otra casa de empeño, me gritan, es la joven, me detengo y giro, está aquí cerca de mí, y me dice “te doy mi vida a cambio de tu muerte”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario