jueves, 18 de diciembre de 2008

Intro Finale

El reloj marca las cinco de la mañana, siento el pecho frío, demasiado frío, miro a mi alrededor y la sangre brota como fuente, emana de mi pecho, fluye como río en busca de su mar. Es extraño, está casi amaneciendo, por lo menos se fue el sentimiento. Será que todo se derramó en los ladrillos fríos como mi cuerpo. Saliendo el sol y yo con mi espalda contra la pared, la muerte se ha tornado lenta pero segura. Si me preguntan que se siente, seguramente diré que ahora, nada, nada, absolutamente nada.
Es verano y la lluvia cae sobre el techo que espera un sol brillante, éste por supuesto cede, dejando que el agua lo atraviese, cual piel en espera de un filoso cuchillo entrando y saliendo, saliendo y entrando. Es tan simple, que las gotas se burlan al caer en el piso manchado por sangre, espera, es mi sangre. Trato de levantarme, empujando con mis piernas mi torso desnudo, apuñalado, creo, todavía no lo miro por miedo a enterarme que es cierto, aunque mi cerebro lo acepta y es lo mismo, pues estoy muriendo.
Creo que es tiempo de contar cada una de las llamadas, sin embargo el conocimiento ya está transformándose en un diluvio de minúsculos pensamientos del más allá y eso hace que mis piernas se resbalen, impidiendo que recupere mi aliento, mi vida.

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